lunes, 22 de agosto de 2011
Tristesse
El viernes fui y paseé en un centro comercial. Cuando regresé, vi que mi pez estaba en el fondo. No nadó cuando me acerqué. Metí el dedo al agua y no se movió. Incluso lo toqué, lo obligué a que nadara. Su ojo amarillo de pez me comunicaba: a) sufrimiento, b) desesperación por no poder hablar mi lenguaje, c) resignación frente a la muerte. En la mañana, el amarillo se había convertido en gris, todo el pez era gris. El ojo de pescado, saltado, gelatinoso y vacío. ¿El señor Destino no me pudo enseñar otra metáfora mejor para la extinción de un amor?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario