domingo, 18 de septiembre de 2011

El día de alguien

Se equivocó al despertar ese miércoles, que era el tiempo en que el morado se enamoraba del amarillo para convertirse en verde. No quedaba más que ser cubierto por una capa de aceite, luego bañarse en una cascada (rancia) y deslizarse por la lama, o más bien lamerla. Quería chupar el interior de los caracoles para que al abrir la boca todos pudieran escuchar el sonido del espacio, morder una piedra y convertirla en arena con sus colmillos. 

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