miércoles, 12 de octubre de 2011
Cuando tienes una idea brillante
La observas y la dejas ir. ¿Cuántas no habrás visto en todos estos 25 minutos? ¿En estos 56? Dijiste, ah! qué chido! y la dejaste ir, la dejaste ir, y era el amor de tu vida. Era un abrazo calientito. Era una pestilencia llena de cariño. El camino del autobús lleno de besos y su suave cabecita inclinada en tu hombro, oliendo tu desodorante y sintiendo con su frente tu barba picuda, preguntándose cómo es posible que de cerca te veas tan hermoso. Dices, ah! qué chido! y luego se te olvida. Cuando tienes el papel para anotar, ya es muy muy muy tarde.
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