miércoles, 8 de agosto de 2012

Se llama angustia


Es el siglo XVI o XVII o XVIII o XIX. Estoy en la sala de estar con mi madre. Mi padre está en su despacho y mi hermano toca el piano, luego se va, luego regresa. Dejo la costura y miro a la ventana. Mi madre me mira a mí y yo hago como que enredé el hilo. Los barrotes no me dejan asomarme, solamente quisiera saber si estás ahí, en la esquina, esperando a que mi madre vaya a la cocina. En mi pecho está la carta que escribí. No tiene perfume. Pero está envuelta en un pañuelo bordado con tu nombre. La carta son dos palabras: Sí, casémonos. 

La carta son estas palabras: Está bien, ven al anochecer. 

La carta son estas palabras: Por la dignidad que a mi ser le confiere el negarme a su proposición, le suplico imperantemente privarme de su presencia por lo que me resta de vida.  

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