Fue que no me tomaste la mano ni me besaste cuando me aparecí por ahí. Es más, ni siquiera me volteaste a ver. Yo estaba contrariada porque mi vestido escotado estaba arrugado y un cholo me había dicho "Eh, por eso, ¡culera!" y tenía calor. Y sueño. Te bañaste y me seguiste ignorando, ya sea porque no me llevo con tus amigos o porque me veía fea o no sé. Estaba seria, incluso cuando nos fuimos. Y como metes la mano en la hielera y la acercas al asador, así sentí su mano sobre la mía y su brazo rodeando mi cadera. Y me perdí frente a tus ojos y me convertí en un miserable insecto deseoso de amor con un vestido grotesco y arrugado.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario