Te conté de la vez que mi novio me había dejado hecha un manojo de lágrimas afuera del concierto. Bueno, se me olvidaba la segunda parte. Al día siguiente me fui a la escuela guapísima. Mi cabello lacio bien peinado, mis ojos y labios pintados y la mejor de mis blusas. Y no le hablé. O sí le hablé pero muy secamente, toda llena de indiferencia REAL. Me siguió hasta la librería y ahí afuera platicamos. Me vio gélida e inflexible. ¿Adivina quién lloró ahora? No me enorgullezco, pero me reí (con ganas) y pensé fugaz "Marica...". Y él, cubriéndose o secándose la cara, me dijo que yo era una maldita.
Todo tan infantil. ¿Cuándo vamos a crecer?
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