martes, 5 de abril de 2011

Mi venganza es caerte mal

No sé por qué, supongo que fue antipatía natural desde el principio. Ni siquiera me gustaba su hombre. Yo cumplía con las normas básicas, que incluyen saludar, por supuesto, pero aún así no se podía remediar la situación de nuestra aversión mutua: sé que también me odiaba en el fondo.  Estaba a punto de olvidarme de ella, como las tres semanas de exilio casi me lo habían permitido, sin embargo una noche la vi. Estaba con su hombre cocinando camarones. Dije por civilidad "Compermiso", hice lo que tenía que hacer y al salir, "¡Provecho!" y le dirigí una sonrisa grande. Había entre mis dientes una enorme hojita de cilantro. Ji ji ji.

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